miércoles, 13 de julio de 2011

Sintiendo


Sintiendo.

Agua, fría del oriente.

Bailas entre mis piernas,

que han olvidado su color.

Dejando ver la fuerza,

de la sangre que corre en mi interior.

Le quitas poderío a la corriente del río.

Todo se detiene…

Mi mirada se sumerge en aquella casa,

donde fui olvidada.

Convirtiéndome en una esclava.

Las ideas propias fueron obligadas a volar.

Mi perfume se hizo común.

En luto, la cabellera se manifestó.

El viento me llamo…

El pesar de los labios silenciosos se asomo.

Los huesos desgastados se hicieron notar.

Me empape del fluido del río.

Obedecí al señor Viento.

Retorne por el camino mecanizado.

Mis manos se hicieron de un cuchillo.

El CARMESÍ lo invadió todo...

domingo, 17 de abril de 2011

Ya nada resulta, nada es bueno, todo se fue al carajo.

Mis sueños, mis metas, todo lo perdí.

Ya no creo ni en Dios para poder orar e ir a una iglesia, donde me arrodillaría para pedir su ayuda.

Todo se ha vuelto oscuro, el silencio inunda mis oídos; la ceguera, mis ojos.

Camino sin pensar, el frío abruma mi cuerpo desgatado, cada vez más pesado.

Cansado de las desventuras y de las ilusiones tantas veces rotas.

La noche calló, acompañando mi pesar y mi soledad.

Mis pasos siguen uno tras otro, aún esperanzados, creo (ya no sé que es eso).

Me sumergí sin darme cuenta en el valle del abismo.

Agotada de tantos pasos, tomo asiento en la orilla del precipicio.

Mis pies comienzan a balancearse, recordando como tantas veces lo hice en la niñez. En donde no existía nada de la oscuridad que hay hoy. Me refugio en esos recuerdos, los juegos y la poderosa imaginación dormida de la infancia despierta.

La luna pálida y distante se alza a mi vista. Está unida a una larga cuerda formada por polvos de estrellas, que puedo alcanzar con mis dedos delgados.

La tomo y comienzo a tirar, no muy fuerte y tampoco rápido, más bien con un poco de temor de que se pueda cortar y desaparecer.

Con mis dudas ya disipadas, tiro muy fuerte aquella cuerda irreal.

La luna comienza a acercarse, para mi sorpresa, su color tenue desaparece.

Se proyecta con su mejor resplandor y ahí esta frente a mí con todo su misterio y elegancia.

Imágenes comienzan a proyectarse en su redondez, como si se tratara de un telón de cine. Son los propios recuerdos de mis caídas y desventuras. Están ahí también mis vueltas a colocarme de pie con una sonrisa de valentía que desconocía hasta ese momento. La luna me hace despertar e ilumina mi camino en tinieblas.

Miro a mí alrededor por primera vez después de la destrucción de mi pueblo (Miyagi). Ya no están los modernos edificios, las casas decidieron irse de vacaciones, los pequeños autos formaron una torre. Una nueva geografía va reconociendo mis ojos.

La naturaleza se hizo presente.

A mi lado, un número indeterminado de personas que no reconozco, pero que tienen el mismo rostro de pesadumbre que tenía yo antes de posar mi vista en la luna redonda. A todos ellos, la gran señora de la noche los viene acompañar. A dar claridad en la oscuridad, como lo hizo conmigo.

Las estrellas bailan al compás de un Shamisen que se escucha a lo lejos, su polvo cae. Las cuerdas irreales comienzan aparecer Los rostros cambian y el brillo de los ojos vuelve.

http://www.youtube.com/watch?v=w5rs7pfZuPs&feature=related

jueves, 3 de febrero de 2011


Llego a casa, aburrida de la monotonía del trabajo y la rutina.

Recostada en el sillón comienzo a jugar, con algunos de mis cabellos suaves, oscuros ondulados.

Los giro lentamente entre mis manos delgadas y dedos largos, con su piel blanca tersa y mis uñas rosadas. Entran en un juego de seducción que me encanta. Se acarician y se entrelazan. Produciendo un cosquilleo que se refugia en mi sexo, que me es placentera. Muerdo mi boca roja, suavemente, haciendo durar más ese exquisito cosquilleo. Mi lengua saborea la carnosidad y dulzura de mis labios. Mis hermosas piernas se acarician suavemente y comienzan a mecerse; abriendo y cerrándose en un baile continuo. Mis manos se pasean sobre mi cuerpo. Tocando, estimulando, reconociendo, siento el calor de la sangre que corre por mis venas.

Mi respiración se agita, mi corazón acelera su marcha. Siento sus latidos. Mi cuerpo comienza a funcionar como una sinfonía magistral en clímax de la composición.

Busco un trozo de chocolate. Necesito tener algo dentro mí ser. Me alimento con desesperación. Lo hago parte de mí, siento su dulzura, su amargor, su textura, la suavidad, es delicioso. Su mezcla va bajando por mi cuerpo, que lo encuentra en un estado febril y húmedo.

El cosquilleo cada vez es más fuerte y el placer llega al estado sagrado.

Me deshago rendida.

martes, 25 de enero de 2011

De turismo


Con la cabeza bombardeada,
me siento en la banquilla.
Mis ideas pausadas quedaron.
Solo siento.
El viento fresco choca mi cuerpo tibio.
Mis ojos están sellados.
Escucho voces no familiares de lengua extranjera.
No logro entender, tampoco hago un esfuerzo por hacerlo.
El viento se aleja,
los rayos del sol ahora me acompañan, me inundan.
Mi cuerpo se llena de nuevas energías y ganas de vida.
Saco el pause a mis ideas.
Retomando mi turismo.

martes, 11 de enero de 2011

Observando...

Mis ojos fueron llamados.

Volaron a ese punto que fueron solicitados,

en un comienzo no se distingue bien.

Luego calmadamente se empieza aclarar el algo.

Cuando la claridad llega mi curiosidad se hace más presente,

quiero observar la totalidad.

Mis miradas lentamente van posándose,

en cada detalle hasta llegar a la plenitud.

martes, 28 de diciembre de 2010

Un cuento para Josefa .

Josefa con su carita de inocencia picara me mira. Examinando a esta tía un poco loca y cariñosa que la lleva en sus brazos huesudos y blancos. La siento sobre su cuna, con mi voz pausa le comienzo a relatar la historia de mis nuevos mininos;

Miau miau, se escuchaba a lo lejos, miau miau. Sí eso creía escuchar. Mi curiosidad fue mayor y fui en busca del lugar de donde provenía el llamado. Porque el miau miau, ya se había convertido en miau miau Claudia, miau miau Claudia.

Ahí estaban con sus ojitos curiosos y astutos. Esperando a su rescatistas, apenas me vieron me reconocieron como ella a su Claudia miau miau. Los rescate de una muerte segura bajo las ruedas de algún automóvil. Partí con ellos a casa porque eran dos. Eran dos hermanitos gatitos de pelaje oscuro, suave y terso.

Parecían dos pelotitas de algodón pasado por carbón.

Llegaron a casa no muy bien recibidos por mis mascotas medio celosas por el cariño que estos dos miembros nuevos le podrían quitar.

Florencia, la perrita le sobresalió su ternura, Luego de un rato ya solo quería hacerlos sentir parte del hogar y un poco parte de ella con su característica personalidad posesiva.

El gato Gaspar miraba desde lejos, lo invite a acercarse. Sólo los olfateo con esa aristocracia gatuna. Les dio a entender que no estaban a su altura, tal vez más adelante.

Los gatitos estaban felices y tranquilos.

Ahora ya se sentían seguros y dejaron sus miaus Claudia para descansar y tener esos sueños que solo los cachorritos de mininos pueden tener.

Miro a Josefa y también había entrado en los sueños privilegiado de la infancia. Tal vez soñaba con los mininos miau miau.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Un poco antes...


Con los ojos cerrados sin querer abrirlos,

totalmente entregada a mi nueva amiga la muerte.

Mis hombros cansados,

la respiración entrecortada,

casi ahogándome.

Presiono la mandíbula fuertemente provocando que mis dientes rechinen.

Mis manos frías se unen,

acariciándose, amándose, y despidiéndose.

Mis pies juegan, como siempre lo han hecho,

sin aprender nunca a comportarse.

Una brisa suave y fría roza mi piel húmeda.

Los vellos se encuentran erizados y los poros abiertos completamente.

Un silencio absoluto rodea el ambiente,

esperando la señal del desquite por mis males hechos.

Saboreo por última vez el dulzor de mis labios carnosos.

Desde lejos escucho el canto de un zorzal.

Mi curiosidad hace que entreabra los ojos y ahí están mis fusiladores,

más tensos y nerviosos que yo,

logro ver como corre el sudor por sus frentes.

Cierro mis parpados y suspiro fuertemente,

giro pausadamente el cuello,

siento mis cabellos oscuros acariciándome.

Un frío que viene desde mi interior inunda mi cuerpo.

Mi respiración es mas fuerte la puedo oír y contar.

Un grito de ¡Disparen!,

rompe todo mi ritual.

El ruido ensordecedor de las balas irrumpe.

Una a una o juntas fueron traspasando mi cuerpo.

No sentí dolor como esperaba.

Caigo lentamente al suelo,

como en cámara lenta.

Abro los ojos de par en par,

veo el cielo con una multitud de nubes que lo acompañan.

Un olor fuerte a pólvora se acerca acompañado de unos pasos nerviosos,

luego un crujido.

Todo se vuelve oscuro.

Me sumerjo en el sueño eterno.